Por favor, NO te disfraces así
- Adrian Lucas
- 29 oct 2020
- 5 Min. de lectura
Halloween o #ToSantos está a la vuelta de la esquina. No es algo de lo que nos hayamos enterado ahora, teniendo en cuenta que aún no había acabado septiembre cuando la Timeline de Twitter ya se había llenado de “spooky” y calabazas, convirtiéndose casi en los únicos rasgos de personalidad de la comunidad twittera.
Atravesando una situación tan única y aterradora como la de este año, echamos la vista atrás y recordamos el día de Halloween con cierta añoranza y ternura por no haber podido participar en esa noche de una forma más consciente. Truco o trato. Botellón o copazo. Aquellas calles inundadas de niños con cierto olor a prepúber y creyéndose ser los reyes del asfalto por una noche, no van a volver. No volverán esos vampiros de marca Adidas y sombra de ojos corrida; ni las diablesas con medias desgarradas y cuernos retorcidos; ni tampoco esa “edición especial” que por ser el más mencionado en redes sociales, se calza unos tacones, una peluca desgreñada y se pinta los labios de rojo mate para ser la más “guapa” de la fiesta. Pues menos mal que este último no va a volver.
La tarea de seleccionar un disfraz para la noche de Halloween puede ser el mayor rompecabezas de todo el mes. Y de hecho, lo es. Los hay quienes llevan meses acumulando fotografías en carpetas de Pinterest para acabar topándose con una realidad bastante diferente a la que ellos imaginaban; otros que con una hora (tirando por lo alto) tienen un disfraz de lo más original y pasable y luego están los “ofensivos descerebrados”. Y no hablo de un nuevo tipo de zombie ni de disfraz edgy. Me refiero a quienes usan – de forma intencional o no – técnicas para disfrazarse que traspasan lo divertido y ético; entiéndase el blackfacing, apropiación cultural, transfobia, misoginia, racismo…

Me atrevería a decir que no ha habido un solo año que no haya visto a una de estas últimas personas por la calle. Sin embargo, no hay mal que por bien no venga (manteniendo las distancias) y aprovechando que este 2020 no nos toparemos con ninguno de estas personas – o me gustaría pensar que no – nos tomamos el chance en DEAR ANGEL de enseñaros que hay ciertas cosas que NUNCA deberíais hacer en Halloween.
1. BLACKFACING:
Dejemos clara una cosa: el blackface no se debe aceptar. Nunca. Jamás. Sin excepciones. Resulta muy fácil excusarse con los clásicos pretextos rancios y casposos de “es que es Halloween” o “para la cabalgata de Reyes no pasa nada”. Sí que pasa y pasa mucho.
Cuando se habla de blackface se alude a la práctica de pintarse el cuerpo para imitar a una persona negra. Esta técnica nació en el siglo XIX con el minstrel, un género teatral en el que las personas blancas aprovechaban esta técnica para representar a las personas esclavas o a los delincuentes. Esto es racista no solo porque refuerza los estereotipos de la población negra esclavizada, sino porque que además también los despersonaliza, convirtiéndolos en meras “masas sin cara, sin rasgos propios, sin identidad” (Afrofeminas).

Blackfacing: Sergio Ramos como Baltasar (izda.); Modelo de Gucci (centro); Ruth Lorenzo (dcha.)
Puede que muchos de tus ídolos sean negros, pero disfrazarte de ellos no es para nada una idea acertada, aunque tus intenciones sean buenas. El blackface no solo denota cierta ignorancia ante la historia que muchos han tenido que sufrir, sino que además la promueve y propaga. Pero que no cunda el pánico, sigue buscando en Pinterest .
2. BODY-SHAMING:
Todo lo que concierne al cuerpo es delicado, desde los Trastornos de la Conducta Alimentaria hasta el body-shaming. Ofrecer disfraces de tallas grandes es un SÍ tan rotundo como necesario, pero cuidado porque fácilmente se puede cruzar la línea y acabar siendo desagradable.

Algunos disfraces que incentivan el problema del body-shaming
Hay disfraces que son graciosos simplemente por la actitud de quienes los llevan (sin llegar a ser grosero), por el personaje a quien representan o por un mix de ambas. Lo que no es cómico es coger temáticas intranscendentes y convertirlas en carcajadas aseguradas simplemente exagerando la forma y el volumen del disfraz, que casualmente siempre suelen aludir a cuerpos femeninos.
Si objetivizas el cuerpo humano, lo humillas y lo conviertes en un chiste fácil, no lo hagas. Si no hace gracia, no te lo pongas.
3. APROPIACIÓN CULTURAL:
Muchas de las tiendas de disfraces están llenos de algunos que apelan directamente a la nacionalidad: mexicanos, chinos, nativos americanos… Cuando se trata de Halloween, las nacionalidades y los estereotipos ligados a estas se convierten en el tema favorito de muchos aficionados. Mi consejo en estos casos es que ante el desconocimiento, no hagas nada.

Apropiación cultural: Katy Perry (izda.); Hilary Duff y Jason Walsh (dcha.)
Si no sabías que la Catrina se usa como una crítica al clasismo de la sociedad mexicana, no la lleves; si desconocías que la figura del mexicano con poncho y bigote es el resultado de la degradación histórica de la figura del Bracero, un mexicano contratado y casi explotado durante la Segunda Guerra Mundial, no te vistas como él.
No te apropies nunca de ninguna cultura, aprende a apreciarlas. Ve películas de Bollywood, empápate de la cultura mexicana, conoce la historia que hay detrás de Esmeralda de Notre Dame… Insisto, si no tienes el conocimiento suficiente, no lo uses a la babalá.
4. TRANSFOBIA
Con un tufo a AXE que echa para atrás y humor propio de un boomer, siempre hay alguien que en un algún momento de lucidez mental decide vestirse de “mujer”, como si eso fuese algo banal. Siempre hay un roto para un descosido. Siempre hay gente que cree que usar una peluca, un sujetador con dos globos y unas medias de rejilla son buena opción. Spoiler: no lo es. Ser tránsfobo nunca es buena opción.

Grupo de amigos disfrazados de mujeres (Blog Diario del Carnaval)
Todos sabemos que Halloween es una noche especial para volver a ser niños, pero no os lo toméis tan literal. No hay ninguna necesidad para tener que hacer mofa de un colectivo que tanto odio y rechazo ha tenido que soportar.
Ser mujer u hombre no es algo que puedas ponerte y quitarte para una noche de fiesta. No es algo a lo que se pueda recurrir cuando te apetezca. Ni siquiera se es o no se es en cuestión de la ropa que llevas. La mejor opción para vestirse es hacerlo con capas de respeto y consciencia.
Llegados a este punto, solo me queda decir dos cosas: “respeta para que le respeten” como dice la Doctora Polo y el conocimiento es poder. Úsalo adecuadamente.

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