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  • Dear Angel

El talento junto al sufrimiento: Amy Winehouse

Existe una lista muy extensa de cantantes con un gran talento y que por distintas circunstancias se les apagó su voz. Tales como Aretha Franklin, Kurt Cobain, Freddie Mercury, entre otros. Pero Amy era especial, esa mezcla de soul, jazz y R & B en una sola voz la hacía única. Y no es solo su variedad en los estilos, adquirida por el entorno estimulante y culturalmente heterogéneo en el que creció, es que fue una de las pocas artistas que reflejó en su música los cambios por los que pasó en su vida.


Desde que entró en el mundo musical, su evolución y la mayoría de episodios y experiencias que vivió se retratan en sus letras, en sus canciones. Se desnudaba completamente con la música porque era su manera de desahogarse.


Sin duda, su voz era su don más portentoso. Una voz conmovedora y profunda con un tono grave capaz de crear ambientes decadentes y densos. Es cierto que su voz estaba bastante maltratada, sobre todo al final, con los excesos del tabaco, las drogas y el alcohol, pero incluso en esas circunstancias era irrepetible.


Personalmente, siempre he tenido devoción por todas las voces rasgadas, nasales, duras. Pero aunque estés acostumbrada a escuchar ese tipo de voces la de Amy te impacta, te llega. Y eso fue lo que me pasó a mi. Además, jamás la he visto como algo forzado, simplemente creo que fluía casi como si desconociera la técnica. Su música tenía sensibilidad y sutileza, transformaba las canciones y las adaptaba a su estado anímico, todo quedaba reflejado en su música.

La evolución que he comentado se ve perfectamente reflejada en sus álbumes “Frank” y “Back to Black”. Son totalmente distintos y ya no solo por las canciones y las letras, sino porque también sufre un cambio de imagen que se hace notar.


En su primer disco, Frank, se muestra al mundo con descaro y total franqueza. Era ella y era única, al igual que sus palabras y su voz. En este disco introdujo elementos cotidianos y situaciones propias de una chica de 19 años, edad que tenía cuando firmó su primer contrato discográfico. Se presentaba como una mujer fuerte, sin miedo a nada.


El cambio se produjo al acabar la promoción de Frank en 2004, pues esta comenzó a vivir el ambiente nocturno de Candem y conoció a Blake Fielder Civil, auxiliar en una productora de videoclips y propenso a las adicciones. Se metió tan profundamente en esta vida hasta casi desaparecer. Empezó con problemas con el alcohol que se agravaron tras su ruptura con Blake. Todo esto le llevó a una gran depresión que se refleja en su siguiente disco, “Back to Black”.


Todas estas experiencias y sobre todo, el desamor que sufrió, la llevaron a escribir canciones y exteriorizar así sus traumas. Y eso es lo que la hacía tan transparente y cercana. Para ella la música era la única vía de escape posible y a la que se agarró hasta no poder más.


“Back to Black” se presenta como una obra maestra atemporal, vintage, con el desamor como eje. En cada canción Amy desnuda su alma, su desesperación, su tristeza. Lo contaba todo en las canciones, como cuando quisieron llevarla a un centro de desintoxicación y se negaba tajantemente al principio (retratado en Rehab). Para mi este álbum fue como leer su diario íntimo, sus momentos más difíciles, su vida de principio a fin.


Se ve perfectamente una gran transformación entre los dos álbumes, y como he mencionado, no solo en sus canciones sino también en su físico. De ser una niña buena con el pelo ondulado y suelto, una ropa alegre y un maquillaje discreto a ser una “chica mala” con tatuajes desgastados y atuendos vintage, con su cardado y su línea negra sobre los párpados, dos de sus rasgos más característicos.


Amy tenía esa esencia que la hacía única, esa cercanía reflejada en sus letras que te hacía saber como se sentía en cada momento y sobre todo esa voz incomparable que acabó apagándose como muchas otras pero que siempre recordaremos.


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