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  • Adrian Lucas

¿Cómo afectó la salud mental al proceso creativo de Alexander McQueen?

Solo unos cuantos diseñadores como Coco Chanel, Cristóbal Balenciaga, Christian Dior o Yves Saint Laurent son capaces de crear una nueva silueta femenina. Menos aún habrá quienes se inspiren en cuentos de hadas y acaben creando infiernos repulsivos y gores. Pero si hay una persona que aúna todo esto y mucho más es el diseñador británico Alexander Mcqueen, conocido por su apatía hacia los medios de comunicación, una sastrería impecable y sus perfomances que sobrepasan los límites de lo racional y moral.

El “Chico Malo de la moda británica”, el “Big Fat Queer” o simplemente Lee Alexander McQueen fue el menor de seis hermanos nacidos en East End de Londres, zona obrera marcada por la pobreza y el amontonamiento de quienes allí vivían. En el seno de una familia capitaneada por una madre profesora y un padre taxista crece un joven Lee, al que la sociedad le castiga con su peor cara: abusos por parte de un miembro de la familia, desprecios por parte de su padre y coartadas de sus compañeros. Entre tanta maraña aparece la mano de su madre Joyce McQueen, quien ocupará un papel fundamental en la vida profesional de su hijo, para elevarlo frente a toda esa maleza y hacerle volar ante las adversidades.

El que se convirtió en uno de los artistas más laureados en el mundo de la moda, comenzó siendo un joven estudiante al que solo se le daba bien plasmar sobre un papel todas sus ingeniosas e inconcebibles ideas. Este afán por despojarse de todo lo que escondía su psique lo condujo a abandonar el colegio con dieciséis años y a probar suerte en la sastrería Anderson & Shepard.

Esa tienda de Savile Row fue testigo de cómo su talento e interpretación de las cosas lo fueron guiando por las manos de grandes diseñadores de la ciudad hasta posarlo frente a la prestigiosa escuela Central Saint Martins, cuna de los grandes genios de la moda. “Me dejó intrigada. Estaba lleno de entusiasmo, y ese es el secreto si lo sabes aprovechar” confesó la fundadora de Saint Martins, Bobby Hillson. La amabilidad de esta y el apoyo económico de la tía Rennee, fueron los pases dorados que permitieron al joven McQueen entrar al lugar que lo convertiría en un diamante.

El punto de partida de este joven diseñador lo marca su trabajo final en Saint Martins (1992), una colección inspirada en Jack el Destripador – el asesino en serie que acabó con la vida de varias prostitutas durante la década de los ochenta del siglo XIX – así como en sus víctimas. Según cuentan varias fuentes, lo utilizó como referencia para su debut en la moda por haber compartido el lugar de origen – East End – y por un rumor que dice que un familiar del diseñador alquiló una habitación a una de las víctimas.

Cada pieza de esta ópera prima es única e inigualable: chaquetas con motivo de espinas símbolo de defensa y agresividad, un abrigo negro forrado de pelo humano, faldas con las caras de las víctimas… Una combinación perfecta entre la belleza y la violencia. Carne y sangre.

Esta colección enloqueció a la joven editora de Vogue Reino Unido, Isabella Blow, que le compró todas y cada una de las piezas allí mostradas a golpe de talonario. Fue tal la sorpresa que lo acogió como “discípulo”, poniéndole a su marca el nombre “Alexander”, ya que sonaba más aristocrático y recordaba a “Alexander The Great” (Alejandro Magno).

Esta relación de amistad entre Isabella y Alexander fue el principio del fin. El fin del principio. El Apocalipsis. Lo que dio comienzo y fin a la historia de ambos. La amistad de estos dos genios nacía de alguna manera del sufrimiento y la carga que ambos tenían que soportar. Ella se sentía responsable de la muerte de su hermanastro con quien jugaba cuando se ahogó, mientras que la peculiar visión de McQueen lo enloqueció hasta no saber diferenciar realidad de ficción. Él mismo dijo que el mundo real no era como lo pintaban en las grandes pasarelas, sino que estaba repleto de cosas espeluznantes, dolorosas y macabras y que porque fueran crudas, no iba a dejar de contarlas. Y así hizo en todas y en cada uno de sus más de 35 colecciones; creó prendas que lo confesaban y liberaban de sus traumas internos.


Dicen por ahí que los grandes genios han tenido una forma muy particular de ver la realidad, tanto es así que a veces la paranoia y los problemas mentales vienen unidos de las maravillas. Y en el caso de Alexander McQueen estos factores convirtieron sus piezas de tela en gloriosas piezas de museo que acabaron con él. Y estas son algunas de esas reliquias:


  • HIGHLAND RAPE Otoño/ Invierno 1995-96:

Al diseñador se le conocía por ser bastante provocativo, por imponer las normas de cómo quería salir en los medios y por ser capaz de transmitir sentimientos de una forma inmediata. “Quiero que salgas sintiendo repulsión o euforia. Si sales sin haber sentido nada, entonces es que he hecho mal mi trabajo”. En esta colección, en la que quizá provocó demasiado, la intención era recordar las violaciones de las escocesas por los británicos y de alguna manera despojarse de aquel abuso de su cuñado hacia él y su hermana. Vistió a las modelos con prendas desvalijadas, rotas, arrancadas e incluso quemadas que trajeron críticas por haber sido capaz de escenificar un momento tan repulsivo como es el de la violación.


  • GIVENCHY Alta Costura 1997:

Alzado con el premio a Mejor Diseñador Británico y con la dirección creativa de Givenchy, el diseñador comienza a volar más alto que nunca. Sin embargo, su salud mental lo arrastra cada vez más y más abajo. Con tan solo 22 años McQueen comienza a vivir una vida de lujo que jamás había tenido, con una responsabilidad que le quedaba grande y con las malas críticas que su primera colección de Givenchy había provocado. Su amiga Isabelle Blow podía haber ayudado a que Lee recuperara su brillante imagen, pero él la desterró de su lado y de Givenchy. Este momento causó un impacto brutal a la estabilidad emocional de la ex editora que ahora era víctima de cáncer de ovario y sufría bipolaridad.



  • VOSS Primavera/Verano 2001:

Alexander nos mete dentro de un cubo acolchado con cristales tintados que nos impiden ver a los asistentes al desfile. Nos introduce dentro de un manicomio. Todo empieza a volverse tétrico: gestos de locura, cabezas “rapadas”, pájaros merodeadores, trajes de plumas rojas, piedras imitando sangre…

En este momento McQueen viaja entre Inglaterra y Francia (6 meses en cada una) con una fortuna cada vez más grande, gracias a la compra del 51% de la marca de “Alexander McQueen” por Gucci. Sin embargo, cuanto más dinero tenía, más gastaba en cocaína, prostitución y pastillas. Esto lo llevó a tener peleas con narcotraficantes, alucinaciones, insomnio, alcoholismo, ansiedad y depresión. Para más inri, es diagnosticado con VIH y esto acaba prendiendo la mecha.


  • PLATO’S ATLANTIS Primavera/Verano 2010:

La ex mentora de McQueen se suicida en el 2007 lo que supuso uno de los golpes más duros para el diseñador. A partir de ese momento, la salud mental McQueen empeora mucho más, llegando a gastar su fortuna incluso en médiums para contactar con su amiga, con quien consigue hacerlo en una ocasión y le manifiesta que quiere ser conocida como la Dama Azul, lo que dio nombre a la colección de Primavera/Verano 2008 de McQueen.

Su alcoholismo y drogadicción crecían y provocaban más desconfianza, varios episodios de alucinaciones y un cambio físico radical. En “The Horn of Plenty" se demuestra definitivamente que la genialidad o inestabilidad mental que presentaba el diseñador empezaba a desbordarse a través de armaduras combinadas con trajes de estampado de serpiente, plásticos negros como trajes, cuervos encarnados o rostros pálidos.


Finalmente llega su último desfile, “Plato's Atlantis", un mundo submarino con aletas de peces, escamas, formas “acuosas”, colores metálicos y los conocidos “zapatos de armadillo”. El no poder escapar de sí mismo como marca y como persona, lo lleva a renacer en un nuevo planeta submarino en el que planeaba suicidarse en una caja de metacrilato delante de todos los espectadores recién acabada la pasarela, o así se lo confesó a su amigo Sebastian Pons.


Tras la pérdida de su amiga, el 02 de febrero de 2011 llegó la pérdida de su madre y el mundo ya se le quedó vacío y pequeño. Sin el apoyo de la que en su día lo llevó a la cima, y ahora sin el sostén de la que lo protegió de los comentarios homófobos en el colegio, así jamás podría ser feliz. En la víspera del funeral de su madre, el 11 de febrero de 2010, el diseñador cerró todas las puertas de su casa, tomó una mezcla de cocaína y tranquilizantes y aquel “Chico Malo” acabó con su vida.

Hay contradicciones que por algún casual cobran todo el sentido del mundo y en este caso así ha ocurrido. Fornidos diseños y fragilidad mental. Tradición en su sastrería e innovación como bandera. Así es cómo lo interno y lo externo se entremezclan y florecen en unos garabatos a mano alzada y en unos metros de tela. Lee Alexander McQueen pasará a la historia por sus diseños oníricos, sus “meteduras de pata” o genialidades (según se mire), su fidelidad hacia su persona y sobre todo, por ser uno de los más transgresores de la moda, que solo unos cuantos diseñadores pueden ser.

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